LANCES DE CAPA (1)
«CURIOSIDAD HISTORICA DEL LANCE DE CAPA”
Hasta el año 1927 la lidia estuvo dividida en tres tercios; pero un R.D. de Gobernación en dicho año subdividió el primero en dos, por lo que en realidad son cuatro los actos que en el presente consta la lidia de reses bravas.
La reforma venía siendo de antiguo propugnada por profesionales y aficionados. Luis Mazzantini era partidario de ella. Lo fue también el célebre picador “Badila”, otros muchos la defendieron.
Desde el punto de vista técnico y humanitario no se puede negar su oportunidad.
La presencia de los picadores en el ruedo al salir el toro de los chiqueros daba lugar, de vez en cuando, al emocionante espectáculo de una res brava que con violencia arrolladora acometía, derribaba y se ensañaba con los montados, uno detrás de otro, pero lo habitual era que embistiera sin fijeza, que el picador clavara el puyazo donde podía, rajando unas veces y señalando mal siempre corriendo un arte contra el cual el arte era ineficaz, que los caballos fuesen despanzurrados alevosamente y que con todo esto nadie saliera ganando, a no ser los ganaderos que , al tomar casi por sorpresa sus toros dos o tres puyazos, se contasen éstos como demostración de una bravura en pocas ocasiones efectivas. Pero, en cambio, eran bastantes los que por el exceso de codicia, manifestada en los primeros puyazos, se “rompían” con los caballos y quedaban “aplomados” para el resto de la lidia.
Bien está, por ello, que el primer cuarto de la lidia estén ausentes, y no aparezcan en la arena hasta que el toro, ya enterado de lo que de él se pide, se halle en condiciones de comportarse como su sangre, más o menos brava, le obligue. Se evita con ello que mueran tantos caballos, que los picadores reciban muchos porrazos, y que los toros no se estropeen tanto.
La lidia, así, comienza ahora por la suerte de capa.
CORRER LOS TOROS
Al salir el toro a la plaza. Lo primero que se hace con él es correrlo.
El toro, que tiene “muchas piernas”, debe tomarse largo, echándose el capote bajo y sin pararse al citarlo; no correrlo en la misma dirección que tenga su cuerpo y cabeza, para que se vuelva y retarde el primer ataque. Pero si tiene pocas facultades se tomará corto y se parará al citarlo para que el toro siga, deteniendo el diestro la carrera para guardar una distancia proporcionada, debiendo siempre ir mirándolo para verlo llegar y suspender la marcha cuando el bicho pare, porque lo contrario es feo y supone miedo.
Para quitarle prontamente facultades se suele recurrir al correrlos, a terminar con un recorte, con lo cual, por lo rápidamente que se revuelve el animal sufre gran destronque.
Esto, lejos de aplaudirlo, debe censurarlo el espectador y mucho más cuando en vez de un “recorte” son una serie de ellos que se dan al toro, por la merma de faculades que ello les ocasiona.
Lo bien hecho es correrlos por derecho y rematar dándoles salida larga.
Cuando se trate de abrir un toro, es decir, desviarlo un poco de las tablas para hacer suerte con él, se darán los capotazos hacia adentro para que el toro de una vuelta, cuyo remate es sobre el terreno de afuera y quede en disposición de practicarla. Si por el contrario está muy desviado y se trata de acercarlo un poco a la barrera, los capotazos se darán de fuera a dentro.
Inmediatamente después de estos capotazos preliminares, el matador, por lo que ha visto y observado respecto a la forma de embestir y cornear de la res, pues este es en la actualidad uno de los principales objetos que tiene correr a los toros, se dispone a torear de capa.
No discutiremos si se deben o no torear todos los toros. Al público le gusta que los toreen y está en su derecho al pedirlo. Lo que convendría que ese público tuviese en cuenta, es que no a todos los toros se les puede torear de la misma manera, y que estirarse, estrecharse, dar el famoso “parón”, no lo consienten todas las reses. Si el diestro lo intentara con los que lo periten, amén de que fracasaría corriendo un riesgo que no hay derecho a obligarle afrontar.
Los lances de capa más corrientes son:
VERONICA
Es una de las más lucidas y seguras que se ejecutan. Su invención, según parece, se debe al sin par maestros sevillano Joaquín Rodríguez (Costillares). Situase el lidiador para efectuarla de cara al toro, en la rectitud de su terreno, de modo que las manos de éste estén en frente de los pies de aquél; lo citará en esta postura y lo dejará venir hasta que llegue a jurisdicción, cargándole entonces la suerte, y cuando esté en su terreno y tenga el toro fuera, sacará el capote finalizando la suerte. Hasta el momento de cargar la suerte parará los pies el diestro, procurando siempre que la res quede derecha a la terminación para hacerle la segunda. Así se hacía antes.
En vez de colocarse frente a frente del toro, los diestros hoy se perfilan con él, y como en ese caso la quietud de los pies puede ser absoluta, resulta la suerte muy lucida, y hace posible los varios lances seguidos sin enmendarse como de vez en cuando vemos.
Esta forma de veroniquear no es tan reciente como algunos suponen, pues ya en la tauromaquia de “Guerrita” publicada en 1896, se dice que “el diestro se colocará de costado en la rectitud del toro”…y añade en otro párrafo “en la posición referida, encontrándose el diestro de costado al bicho, y no de frente, tiene más facilidad para dar salida y para repetir la suerte sin moverse de medio cuerpo abajo”. Sánchez de Neira en su Diccionario, tan aferrado a toda la tradición, no es partidario de la verónica dada en esta forma, pues con ella el toro no sufre destronque y prefiere la colocación de frente.
Es una fea ventaja citar con el compás abierto, y juntar los pies cuando, cargada la suerte, ya lleva el toro su viaje. No hay por qué hacerlo. Con los pies separados se puede y hasta se debe torear de preferencia, porque teniendo más base de sustentación el cuerpo se carga la suerte más fácilmente y por lo tanto se manda más.
Pero esto no significa, como algunos pretenden, que no se pueda y deba torear con los pies juntos, tanto de capa como de muleta, cuando el diestro lo considere oportuno y en esta forma lo sepa hacer. No veo nada de censurable en que aprovechando el viaje del toro, en un lance a favor de querencia y en cuantas ocasiones sean propicias, se valga el torero de este recurso airoso y de efecto para realizar una faena. Lo censurable es que persiguiéndolo a todo trance en él cifre todo el buen éxito y cuando no lo consigue cese “piso facto” su actuación como torero.
Entiendo que, por ello, torear propiamente dicho exige la “apertura del compás”; pero no me parece mal que “se cierre” en determinadas circunstancias, si con ello se aumenta la vistosidad y gallardía de una faena de capa o muleta.
Claro que, según la condición del toro, le será más o menos lícito al torero tomar ventaja, pues ni en todos los casos se podrá parar igual, ni estirar lo mismo los brazos, ni templar de idéntica manera. Si es huido se tira el capote al suelo, si codicioso se puede levantar más los brazos, para darle salida larga; pero cuando trate de una res franca y brava, el capote ha de conservar la altura que tiene en el momento del cite, sin subirlo ni bajarlo, acompañado al toro en su acometida estirando el brazo de la salida en toda su longitud y en el otro hasta llevar la mano el mismo costado.
Les dejo con un enlace de Morante de La Puebla:
Firmado por «Gizancho» y Ramón González , vicepresidente del Excmo Club Taurino de BIlbao.
08 Abr, 2016
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